Vulcano: apaga y vámonos, «compañeiro» del naval
[Vía La Voz de Galicia]
El astillero centenario será liquidado, víctima de los años, de una gestión errática y de una crisis que nunca superó. Su legado de 510 buques «marca Galicia» de todos los segmentos sigue navegando por los cinco continentes
Hace al menos 10 años que Factorías Vulcano era un astillero cansado. Superar un concurso de acreedores con 90 años a las espaldas le produjo tal fatiga, que ha acabado postrado, sin fuerzas casi para acabar su último gran barco, y sin nadie capaz de reanimarlo, al pie de la ría de Vigo que lo vio nacer en 1919.
El pasado 28 de junio, la grada de Teis despedía al ferri de Transmediterránea Villa de Teror, con destino a Islas Canarias. Una r más en el nombre del buque habría sido premonitoria de un amargo final que todos vieron venir sin remedio. Este pasado miércoles, día 3, un juez de Vigo declaró la disolución de la compañía, que entra ahora en fase de liquidación.
No faltarán postores para esta instalación industrial privilegiada de la que a lo largo de los últimos cien años han salido 510 buques de todos los segmentos: pesqueros, congeladores, quimiqueros, oceanográficos, cementeros, sísmicos, multipropósito de apoyo a plataformas petrolíferas y ferris de alta ingeniería y complejidad constructiva.
Juliana, su gran error
¿Por qué se ha muerto Vulcano? Dicen los veteranos del sector que el astillero murió de éxito cuando en el año 2006, en pleno bum de pedidos, se lanzó a comprar Factorías Juliana, en Gijón, para ganar capacidad de producción. Allí envió tres buques off-shore que el astillero gijonés, heredero de la parsimonia constructiva de Izar Construcciones Navales, no fue capaz de entregar en plazo. Comenzaron las penalizaciones, los recargos y los sobrecostes. Vulcano se vio obligada a llevarse los buques a Vigo, y a afrontar la quiebra de Juliana (hoy reflotada por Armón), que derivó en una condena de inhabilitación a la cúpula de Vulcano, y una multa millonaria: 25 millones de euros.
En el 2010 el astillero entró en concurso con una deuda de 199 millones de euros que, milagrosamente, superó (Pymar, su mayor acreedor, le perdonó 48 millones). Pero cuando empezaba a poner los pies a salvo, el temporal del tax lease azotado desde Bruselas en el 2011 mantuvo las gradas de Vulcano sin un solo barco durante más de cuatro años. El astillero fue sobreviviendo a base de expedientes de regulación de empleo (más de 20 encadenados), hasta que a duras penas llegó el ferri Villa de Teror, una manzana envenenada propiedad de un banco, que ya venía a medio construir (el casco), y cuyo coste acabó por asestar el golpe de gracia al histórico astillero.
Su historia está estrechamente vinculada a la lucha obrera en la cidad. Factorías Vulcano empezó en 1919 con un solo trabajador. Su fundador, el empresario vigués Enrique Lorenzo, junto a su socio, el ingeniero francés Ludovico Morlón, iniciaron la aventura con un taller de reparación y construcción de pequeñas calderas para barcos y fábricas de conservas al que llamaron La Vulcano.El éxito fue inmediato: al cabo de un par de años ya era una industria que contaba con más de 40 trabajadores. El traslado a Teis supuso el despegue de la empresa ya como astillero, cuyo primer buque de casco de acero, un carguero de cincuenta metros de eslora, fue botado en 1948.
A partir de entonces, Vulcano fue escalando en capacidad de producción y en plantilla (llegó a tener más de un millar de trabajadores). Con el tiempo se consolidó como un astillero dedicado al diseño y construcción de buques de gran tonelaje y doble casco en acero, colosos de entre 80 y 170 metros de eslora. Durante décadas marcó el rumbo de la construcción naval en Galicia. Su contribución desde el punto de vista laboral también fue destacada, al estar instalado en una ciudad con una larga tradición de duras reivindicaciones en la industria. Vulcano se sumó a la histórica huelga general de 1972 y tuvo un destacado protagonismo en las movilizaciones contra la reconversión naval de los años ochenta. Fue entonces cuando la adquirió Fernando Santodomingo, miembro de una familia vinculada al astillero desde su fundación que ha seguido controlando la mayor parte del accionariado hasta el final.