Las empresas gallegas piden «flexibilidad» para que el control horario mejore la gestión
[Vía Faro de Vigo]
La generalización del registro despierta dudas en negocios pequeños y con personal en viajes.
Con más de 50 años en pie, en el hotel Bahía de Vigo tienen bien hecha la digestión del control horario. «Empezamos con las tarjetas de cartón que se marcaban en un reloj y luego quedaban colgadas en la pared», rememora César Ballesteros, su director y presidente de la Federación de Empresarios de Hostelería de Pontevedra(Feprohos). Por sus peculiaridades, el sector es uno de los que centra la atención tras la entrada en vigor el pasado domingo de la extensión del registro obligatorio de la jornada para todas las empresas y sectores. Ya lo era desde hace cuatro años para todos los negocios con horas extra o con jornadas reducidas, pero el Gobierno decidió generalizarlo dentro de un paquete de medidas de protección social y lucha contra la precariedad laboral hace dos meses. «Desde entonces hemos hecho jornadas informativas, pero estamos teniendo mogollón de llamadas con dudas», revela Ballesteros. Es un sentimiento más o menos común en muchas actividades en Galicia, aunque la mayoría de empresarios consultados por FARO están seguros de que puede ayudar a mejorar la gestión si el cambio de reglas tiene en cuenta la, recuerdan, cada vez más necesaria flexibilidad.
«Lo primero que hay que decir es que esto no es nuevo», destaca Jorge Cebreiros, máximo responsable de la Confederación de Empresarios de Pontevedra (CEP). Además de los supuestos en los que ya antes era necesario por ley, «las grandes empresas llevan haciéndolo mucho tiempo», dice. También la patronal pontevedresa organizó varias sesiones de trabajo para facilitar la adaptación y «sacar el foco de que esto es negativo o complicado». Mucho antes incluso de la publicación de la norma. Con las sentencias de la Audiencia Nacional de 2015 y 2016 que abrían la puerta al control de la jornada, la CEP empezó a avisar a los empresarios de que acabaría implantándose y era aconsejable «ir poco a poco».
«Esta obligación es una oportunidad para el empresario que está haciendo bien las cosas para gestionar mejor los horarios, la flexibilidad, la conciliación y gestionar las incidencias», indica Cebreiros. ¿Por ejemplo? «El encargado de abrir un colegio a las 9 de la mañana tiene un percance y hay 400 niños esperando en la puerta -responde-. Como empresario tengo que saber los incidentes que se generan en mi empresa para resolverlos y mejorar la calidad del servicio». El presidente de CEP admite que detrás del revuelo de los últimos días por el comienzo del control obligatorio puede haber empresarios que se resistan a pagar o compensar las horas extra. «Sí es verdad que hay una muy minoría que posiblemente no estaban haciendo bien las cosas y un control de este tipo puede poner de manifiesto que efectivamente no se estaban haciendo bien», afirma.
No descarta esa idea tampoco César Ballesteros, que teme un aumento de las diferencias «entre los que cumplen y los que no cumplen». «Con todo lo que eso representa de competencia desleal», incide. El líder de los hosteleros pontevedreses cree que los mayores problemas se pueden estar dando en establecimientos pequeños, «cafeterías en las que trabajan entre dos y tres personas» y el plazo de solo dos meses en su funcionamiento, aunque también recuerda que el registro puede ejecutarse en papel y que tiene su parte muy positiva, «como la medición de la jornada real». «Otra cosa son las actividades en las que el horario convencional es cosa del pasado porque van por objetivos y se organizan como quieren», llama la atención.
A eso precisamente se refiere la industria textil gallega, que ve en el control «un problema» para muchas empresas «que tienen acuerdos de movilidad con su gente». «Es fácil en personal de fábrica, pero en el trabajo más flexible, ¿qué pasa?», cuestiona Alberto Rocha, secretario general de Cointega-Clúster Gallego Textil Moda. Una parte muy importante del personal en el sector están «continuamente a bordo de un avión» para visitar los países de producción o de exportación para sondear mercados o revisar la producción de proveedores. «Se pactan condiciones con un perfil de dedicación -explica Rocha- que implica que a lo mejor un día no paren de trabajar, pero otro puedan estar disfrutando de una playa en el sudeste asiático». En el textil gallego las empresas se están sentando ya con las plantillas para abordar «este requisito legal y evitar conflictos». «Porque hay situaciones que pueden ser conflictivas», avisa Alberto Rocha, que no entiende «una normativa hecha para un modelo decimonónico del trabajo».
«De momento no estamos viendo mucha inquietud, pero estamos atentos a cómo se está desarrollando todo en la práctica para saber qué soluciones se pueden dar», apunta José María Seijas, presidente de la Federación Galega de Comercio, desde donde se estuvo informando a todos los asociados de la nueva situación.
La Federación Galega de Confrarías de Pescadores es una de las organizaciones que consultó al Ministerio de Trabajo sobre las consecuencias para el colectivo del mar, que pide «un sistema especial» propio, amparándose en las directivas de jornada especial a bordo. «Se plantean dudas sobre si la jornada empieza en el momento del embarque o de la faena», señala su presidente, José Antonio Pérez, que reclama que se tengan en cuenta sus particularidades.