Las aerolíneas se alían con la tecnología para que los pasajeros paguen más
[Vía La Voz de Galicia]
Asientos separados para familiares o webs que cobran más a los que tienen una emergencia son algunos de los trucos que más utilizan
La sombra de la sospecha lleva varios años asentada sobre las aerolíneas de bajo coste. Mientras sus cifras de negocio no paran de crecer (un 53,1 % de los pasajeros opta por una de estas compañías frente a las tradicionales), las asociaciones de consumidores de todo el mundo han advertido en más de una ocasión sobre las triquiñuelas que estas empresas utilizan para rentabilizar al máximo los viajes de sus usuarios y estirarles el bolsillo todo lo posible. Y desde hace unos meses, a esta peculiar batalla se han sumado algunos organismos de renombre. El Parlamento Europeo y el británico miran con lupa todos sus movimientos. De hecho, el año pasado, la cámara comunitaria admitió a trámite una denuncia presentada por la asociación de consumidores Cosubal en la que aseguraban que Ryanair estaba realizando «prácticas abusivas que van contra los derechos de las personas» al asignar asientos separados a algunas familias y obligarles a pagar un recargo si querían viajar juntos. Tampoco se quedó atrás el Gobierno del Reino Unido. Margot James, ministra de Cultura Digital británica, denunció que algunas aerolíneas estaban «creando un algoritmo específico para identificar a pasajeros que viajaban juntos con el mismo apellido». Sin tapujos, llegó a asegurar que detrás de estas prácticas se encontraba el uso de un algoritmo «chantajista».
Las nuevas tecnologías han permitido a las compañías afinar mucho la puntería y adaptar sus precios al milímetro estudiando a conciencia qué perfil de comprador se encuentra al otro lado de la pantalla. «Las líneas aéreas están usando minería de datos e inteligencia artificial para perfeccionar algo que, en realidad, ya llevaban haciendo con técnicas más rudimentarias desde los años 70. Su objetivo es maximizar el beneficio a base de intentar cobrar a cada pasajero la máxima cantidad que está dispuesto a pagar», explica Carlos Gómez, experto en computación e inteligencia artificial y profesor de la Universidade da Coruña (UCD).
Una de las estrategias más habituales, conocida como algoritmos de separación y que ha sido la que ha encendido las alarmas de los gobernantes del Viejo Continente, permite a las aerolíneas reconocer a aquellos compradores que tienen una relación de parentesco familiar. El sistema descubre el vínculo entre ambos al reconocer sus apellidos y, automáticamente, los sienta en lugares separados obligándoles a pagar un suplemento por sentarse cerca.
Pero esto es lo más básico. A partir de ahí, la cosa se retuerce hasta tal punto que muchos ya hablan de espionaje. «La posibilidad de recoger cantidades masivas de datos y procesarlas mediante algoritmos y análisis, les da la posibilidad a estas empresas de predecir lo que cada individuo va a pagar de manera mucho más precisa y personalizada, y además utilizando información de una forma éticamente discutible», explica Gómez quien cita algún ejemplo: «Con sus datos de ventas pueden saber cosas como qué clientes están dispuestos a pagar más en función del barrio en el que viven o que un consumidor que se conecta desde un dispositivo de Apple también abonará más que el que lo hace desde otro ordenador».
Y de la necesidad también hacen negocio. El conocido como algoritmo de urgencia se activa cuando la página web de la compañía detecta que un usuario tiene mucho interés en contratar un vuelo pocas horas antes de su salida. La tecnología entiende que detrás de esta búsqueda probablemente haya una emergencia relacionada con un problema personal y en ese momento se aplican unos sobrecostes que multiplican por tres o incluso por ocho el precio del billete.
Lo saben todo. Hasta nuestro comportamiento. Porque las páginas de estas empresas son capaces de medir el tiempo de permanencia en la web y analizar la forma de comprar de los usuarios. Sus fórmulas pueden deducir si detrás de la pantalla hay un comprador tímido, reservado o impulsivo y personalizar sus ofertas a la carta.
No hay que demonizar
«A medida que las tecnologías informáticas como la minería de datos y la inteligencia artificial se desarrollan más y permiten hacer un análisis de datos más detallado, las aerolíneas cada vez usan más información personal e individualizada de cada cliente para ajustarle un precio y cobrarle una cantidad distinta que al viajero de al lado», asegura Carlos Gómez. Pero este experto no quiere que las malas prácticas de unos pocos manchen la reputación de un avance que puede hacer mucho bien en otras materias: «No hay que caer en la tentación de demonizar la inteligencia artificial, sino más bien reflexionar y proteger al ciudadano del uso de sus datos personales para discriminar en cualquier situación, sea en una página web o en carne y hueso».